jueves, 1 de abril de 2021

Retrato psicológico del grupo escultórico de Jesús de la Verdad.

El soldado del Sanedrín, que actualmente está realizando el escultor filipino Willy Tadeo Layug, irá justo en el espacio que actualmente ocupa el pebetero en el grupo escultórico, tras el Señor de la Verdad. Así se conformará un conjunto de cuatro imágenes que establecerán distintos dialogos entre ellas, expresando cada una emociones diversas.

En primer plano, Jesús de la Verdad, maniatado, mirada baja, y ademán de avance en su zancada con leve escorzo hacia su derecha, expresa humildad y serenidad intuyendo los acontecimientos que se avecinan con resignación.

A su lado, Caifás demuestra ira e indignación al oír la "blasfemia" de la proclamación de Jesús como Mesías, Hijo de Dios. La posición de sus manos muestra cómo acaba de rasgarse las vestiduras a modo de gesto simbólico y visible de esa indignación.


En un plano posterior, Anás, suegro de Caifás, con el Yad o puntero de lectura en su mano izquierda, señala acusando a Jesús. Se halla ante la Torah, texto sagrado judío abierto por Isaías, el cual leyó Jesús en la Sinagoga.

Y finalmente, el soldado del Sanedrín, en un segundo plano tras Jesús, sorprendido por el gesto de Caifás, y que tirará de Jesús para contenerlo ante el inicio de avance del Señor pero a su vez iniciando la marcha para salir de aquel lugar. 

Willy Tadeo Layug se inspira en una obra personal, sita en su museo de su casa taller en Filipinas, de un soldado romano que ordena la marcha a Jesús, caído con el madero.




 


Así lo cuenta el catálogo editado por el grupo parroquial, obra del historiador del arte José Manuel Leiva Aldea:

Todo misterio viene centrado por la imagen titular, siendo el simulacro de la Divinidad, hacia la cual van dirigidas las plegarias de los fieles. En el caso de Jesús de la Verdad, en febrero de 2016 se bendice una segunda imagen, del mismo autor, que sin duda mejora la primera propuesta.

La nueva efigie se basa en la anterior y presenta la peculiaridad de tener seis regueros de sangre que le brotan de la cabeza, así como la marca de un golpe en el labio y otras por contusión.  Con respecto a esta sangre, y teniendo en cuenta que esta imagen alude al proceso religioso de Jesús ante Caifás y el Sanedrín (Mt 26, 57-75), podríamos interpretarlo de dos maneras:

1.     Es la sangre que Jesús sudó en el Huerto de los Olivos, es decir, la hematidrosis.

2.     Es una alegoría de la corona de espinas que recibirá como Rex Iudaeorum.

Se Se ha ido definiendo en años sucesivos un grupo escultórico para Málaga, que asimismo también ha intentado distinguirse de propuestas similares en otras capitales andaluzas o españolas. El copia-pega de otras latitudes es un recurso fácil al que no se ha querido recurrir. Además, el proceso religioso al que fue sometido Jesucristo es poco conocido por el gran público, y personajes tan trascedentes para la Pasión, como Caifás o Anás han pasado muy desapercibidos en el acervo procesionista local.

Con la advocación Jesús de la Verdad se incide en la autoproclamación del Mesías, como Camino, Verdad y Vida, y sobre todo en el transcendental encontronazo del anuncio del Reino de los Cielos con los intereses del Sanedrín, en la respuesta al interrogatorio del Sumo Sacerdote, Caifás, donde Jesús se proclama el Mesías, el Hijo de Dios.

El grupo escultórico de Carranque opta por los momentos finales de tan tensa escena, cuando una vez proclamada la verdad mesiánica, Caifás se rasga las vestiduras, ante semejante blasfemia, y despide al Señor bajo la atenta mirada de su suegro Anás, que señala la Torá, además de un guardia del Sanedrín.

Quizá estemos ante el único misterio que incluye conjuntamente a los personajes de Anás y Caifás, ya que suelen representarse en andas diferentes; pero en el caso que nos ocupa se ha querido incidir en la importancia del juicio y el rollo de la Torá. Este último está abierto por el pasaje de Isaías que leyó Jesucristo en la sinagoga de Nazaret, según los evangelios, afirmando que las palabras que acababa de proclamar se habían cumplido en ese momento: «Vino a Nazaret, donde se había criado, entró, según su costumbre, en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,16-21).

Las escenas del proceso religioso han sido meditadas por sinfín de autores. Así, es el caso del sacerdote José María Martín Descalzo en su libro Vida y Obra de Jesús de Nazaret:

El palacio de Caifás tendría sin duda aquel lujo excesivo que Herodes había puesto de moda y que las familias ricas de Palestina seguían en una carrera de prestigio social. Las paredes de mármoles jaspeados apenas se veían, cubiertas como estaban de los más finos tapices persas. Las lámparas de bronce pendían del techo o ardían adosadas a las pilastras laterales. Acababa de ocurrir la resurrección de Lázaro y un hecho así les traía desconcertados. Hasta ese momento el galileo Jesús se había limitado a predicar a las pobres gentes. Carecía de todo influjo social. Pero ahora era diferente. Lázaro era bien conocido en Jerusalén y un hecho como el ocurrido no dejaría de impresionar a toda la ciudad.



Caifás tomo la palabra y dijo: Vosotros no sabéis nada, ni reflexionáis que os interesa que muera un solo hombre por el pueblo y no que perezca toda la nación. Era un hombre expeditivo, brutal, tajante, práctico, orgulloso, seguro de sí mismo, con los ojos más abiertos en política que en ética, alguien para quien el fin justifica todos los medios, partidario de eliminar el obstáculo antes de verlo, seguidor de la religión del interés. Este era el juez de Cristo, alguien que había pronunciado la sentencia y de muerte, mucho antes de que el juicio comenzara.

Caifás era suegro de Anás, lo que es prueba de que era miembro de una de las familias sacerdotales de más alto rango. Y para ser aceptado por su suegro, tuvo que dar amplias pruebas de poseer las cualidades de intriga y astucia que apreciaba el insidioso y poderoso Anás. Otro dato significativo es el récord de tiempo que logró mantener el oficio el sumo sacerdote, desde el 18 al 36 d.C. Esto hace pensar de la habilidad de Caifás como equilibrista político. Los romanos acudían a nuevos nombramientos sacerdotales cuando necesitaban dinero, por lo que muchos sobornos tuvo que pagar Caifás para mantenerse todo el tiempo en que Poncio Pilato fue gobernador. Defendía mejor los intereses de su familia que los de su comunidad y pensaba que para ésta era más importante sobrevivir que hacerlo con honor.



Por su parte, el atrezo del trono se completa con diversos elementos que intentan proporcionar el ambiente propio del patio del palacio de Caifás. Se trata de la menorá o candelabro judío, un sitial, un pebetero, un atril para la Torá y el yad o puntero de lectura que sostiene Anás. Además, unas columnas pareadas que simulan mármol aportan la contextualización arquitectónica del misterio. Las mismas fueron adquiridas a una corporación astigitana. Por su parte, los distintos trabajos en forja han sido realizados por Juan Carlos Barceló en Tánger (Marruecos).

Nos encontramos, por tanto, con un grupo escultórico con el sello de dos autores: Mario Zambrano (Cristo y Caifás) y Pinto Berranquero (Anás). El suegro del sumo sacerdote acompaña en un segundo plano el diálogo entre Jesús y Caifás. Se trata de una talla adquirida a una corporación cofrade de Churriana de la Vega (Granada) y que previamente se procesionó en Jerez de Frontera. De este último, fallecido en 2004, se conservan en la catedral de Málaga cuatro esculturas de los evangelistas en la capilla de los Caídos.



El proceso de consolidación de este grupo escultórico tiene prevista su culminación en la Semana Santa de 2022, si las circunstancias sanitarias lo permiten, con la inclusión de nuevos protagonistas.

En 2018 el consejero del grupo parroquial, José Manuel Leiva Pérez así como el hermano mayor de la Virgen de Flores de Álora, Álvaro Fernández García-Gordillo iniciaron los contactos con el prestigioso artista filipino Willy Tadeo Layug, que mostró un gran interés en colaborar con alguna hermandad andaluza. Tras meses de diálogos y conversaciones, se acuerda la donación de una nueva Dolorosa, así como la finalización del grupo escultórico con la imagen de un soldado del Sanedrín.

Asimismo, el artista filipino propone incluir la simpática presencia de un gato doméstico, algo también inusual en el procesionismo andaluz, hecho que está pendiente de estudio y aprobación por el director espiritual y la junta de gobierno. El gato, uno de los símbolos más conocidos de la cultura egipcia, viene a recordar los años de esclavitud del Pueblo de Israel en el país del Nilo. Este sometimiento acabó con la Liberación del Pueblo Judío, que cada año es conmemorada en la Pascua Judía. El gato, recuerda que al igual que la esclavitud precedió a la Liberación que dio lugar a la celebración de la Pascua, la Pasión precede a la Nueva Pascua que es la Resurrección de Cristo y su Victoria sobre la muerte, conectando así la Alianza de Moisés con la Nueva Alianza que es Cristo. El gato aquí es el símbolo, la prefiguración, el aviso de lo que va acontecer.


 

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